2011 un año para desaprender parte de lo aprendido.


El terremoto y el tsunami de Japón, el pequeño equipo de operaciones especiales que en primavera abatió a Osama bin Laden, la guerra de Libia, el linchamiento de Gadafi, la prima de riesgo, el escándalo de The News of the World de Murdoch, de Strauss-Kahn, de Amy Winehouse, de la SGAE, de las elecciones anticipadas, de anticipar el anticipo, de las reformas de Zapatero, de la visita del Papa, del dedo en el ojo de Mouriño, de las elecciones ganadas por Rajoy, de la muerte subita de mi padre y de la súbita muerte de Lucita, mi 2ª madre.

 Este año ha sido un año para aprender a desaprender. Hemos desaprendido algunas cosas que sabíamos de los dictadores, de la economía y del periodismo británico. También de las ideologías, de las de derecha y de lo poco que va quedando de las de izquierda. Del fútbol, de las elites políticas, de las religiosas y de los mitos musicales. Hemos aprendido que cada día ocurre algo importante, que al día siguiente no tiene casi importancia alguna. Por eso, hasta las urgencias, en época de crisis, tienen ideología.

El presente discurre a toda hostia en el parqué bursátil. Las ideologías chocan cada mañana contra el índice Dow Jones. Los bancos rescatan a los bancos. Luego los Gobiernos rescatan a los bancos rescatadores. Y ahora los Gobiernos rescatadores son rescatados por otros Gobiernos a los que cualquier día habrá también que rescatar. Sin embargo, el año que hemos vivido peligrosamente concluye sin que hayamos desaprendido lo bastante para no volver a caer en los mismos errores. El mundo vuelve a equivocarse, como lo ha hecho tantas y tantas veces a lo largo de la historia. Esto no tiene más solución que echar por la borda gran parte de lo que hemos conocido hasta ahora.

Lamentablemente la mayoría de las personas necesitamos demasiado tiempo para desaprender lo aprendido. Tardamos demasiado en desaprender aquello que nos ata o nos limita. Nos cuesta mucho sustituir una idea que tenemos preconcebida, aunque muchas veces no la hayamos experimentado y no la hayamos comprendido realmente.

En realidad no es Desaprender lo que propongo, sino vaciarse. Sobrevivir a un tránsito en el que se abandonan unas determinadas creencias y se acepte una nueva realidad.

Aunque no es tarea fácil debemos tirar o dejar a un lado todo lo que no proviene de nosotros mismos, que no esté escrito realmente con la pluma de nuestro ser interno, algo que no esté gravado para nunca ser borrado. Lo que el alma escribe se queda en relieve para siempre. Hay cosas en nosotros que nunca, nunca, cambiaríamos; son cosas escritas por nuestra pluma especial. Todos tenemos esta escritura, todos tenemos la herramienta, sólo que hay que ponerla en funcionamiento, y solo se puede usar a través de la experiencia, a través de la comprensión verdadera, de la observación sin lentes que nos disfracen la realidad, sin prejuicios y sin juzgar. Es una asignatura importante que debería de enseñarse en la escuela del futuro, en la escuela de la sociedad avanzada, enseñar a escuchar, enseñar a aprender, enseñar a utilizar la pluma de nuestra conciencia que todos tenemos, que nacemos con ella.....la abertura de nuestra alma para la vida.

Los avances de la ciencia nos han permitido un logro increíble: poder desestimar millones de ideas en las que un día creímos a pies juntillas. Lo dice Eduardo Punset en su libro El viaje al poder de la mente. En él plantea que no somos conscientes todavía de lo que implica para nuestro futuro poder echar por la borda gran parte de lo conocido hasta hace muy poco. Y menos todavía asimilar que mucho más útil que aprender empieza a ser desaprender determinadas cosas. 

El mundo gira a un ritmo tan vertiginoso que todos los días desestimamos una idea que un día fue importante, pero rechazamos desaprender algo que habíamos aprendido. Todo ocurre tan rápido que apenas nos da tiempo a pensar en ello, pero la realidad es que el mundo se equivoca un día sí y el otro también. Muchas de las cosas que nos han servido hasta ahora han dejado de ser útiles, y sin embargo demasiadas de ellas siguen estando vigentes. El neoliberalismo no funciona, pero sigue mandando en los mercados. Europa es una entelequia económica, pero el país más poderoso del viejo continente, Alemania, puede cambiar en 15 días la Constitución española por sus razones económicas. Y aunque ninguna de las dos cosas sirve para mejorar la vida de los ciudadanos, nadie parece dispuesto a discutirlo.

Ha habido que esperar varios siglos para llegar a un convencimiento tan deslumbrante como el que propició Copérnico al descubrir que el universo no giraba en torno a la tierra: el mundo hace ya tiempo que dejó de girar en torno al hombre, que tiene ahora un papel muy secundario en esta sociedad globalizada. Hemos pasado de ciudadanos a consumidores de una economía insaciable, por eso es más importante atender la sed de dinero fresco de los mercados que las graves hambrunas de Somalia.

 Si la única alegría del mundo es comenzar, que diría el escritor antifascista Cesare Pavese, a esta sociedad le está haciendo falta un nuevo inicio para poder desaprender parte de lo aprendido.

¡Salud y optimismo para el 2012!

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